Los problemas de salud mental en los niños pueden ser sutiles: irritabilidad, fatiga o una pérdida repentina de motivación. Y, por desgracia, suelen pasar desapercibidos hasta que se agravan.
Las calificaciones no definen el valor:
Necesitamos dejar de equiparar el promedio con el valor. Tu hijo no es un número en un papel; es una persona completa con pensamientos, miedos, talentos y emociones. Una nota alta en matemáticas no significa que sea perezoso. Una nota baja no significa que haya fracasado en la vida. Quizás esté agotado, confundido o simplemente tenga una mentalidad diferente. Quizás necesite un respiro, no más presión.
¿Preferirías tener un estudiante C feliz o un estudiante A ansioso?
Imagínese esto: su hijo entra por la puerta, tira su mochila al suelo y rompe a llorar, no porque haya fracasado, sino porque tiene miedo de decepcionarlo.
¿Qué pasaría si les dijéramos a nuestros hijos: «Me importa más tu sonrisa que tu puntuación» o «Hablemos de cómo te sientes antes de hablar de tu examen»? Ese cambio de tono podría aliviar la carga emocional que llevan.
Creando un espacio seguro para ser ellos mismos:
El bienestar mental empieza en casa. Los niños deben sentirse seguros al expresar su tristeza, confusión o incluso su fracaso sin miedo al castigo ni a la vergüenza. Desarrolla la inteligencia emocional como si enseñaras matemáticas o lectura. Ayúdalos a identificar sus sentimientos, a comprender sus desencadenantes y a aprender a afrontarlos. Enséñales que está bien no estar bien.
El soporte se ve así:
- Pregunte: “¿Cuál fue la parte más difícil de tu día?”
- Validar sus sentimientos en lugar de descartarlos.
- Escuchar más que dar conferencias
- Fomentar los descansos, el sueño y el juego, no sólo las tareas.
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